Primera, porque es la manera de conocer de forma más directa tanto el producto como el proveedor. Segunda, por la facilidad logística que da el hecho de que el edificio de la lonja está muy cerca de La Mar Salada. Y tercera, porque a Albert Enrich le encanta ir a la lonja.
Voy cuatro tardes a la semana. Y puedo asegurar que, restaurantes de Barcelona hay muchísimos, pero allí no nos encontramos muchos, ¿eh? Yo compro entre quince y dieciocho cubetas de pescado cada día. Con la práctica, acabas entendiendo de especies, de calidades y precios, conoces qué arte se ha utilizado para la pesca y así sabes si el pescado se ha maltratado.
Después, evidentemente, esta experiencia se traslada a la carta de La Mar Salada, donde reina la gamba, que no tiene el mismo nombre que la de Palamós pero que a menudo sí tiene la misma procedencia: ahora hay aplicaciones que muestran las rutas de las barcas pesqueras y lo evidencian, así como el pescado de roca o lo que sea que haya captado el interés de Albert horas antes en la lonja.